En Isaías capítulo 66, el Señor presenta el cielo como su trono, y la tierra como el estrado donde posa sus pies. Esta melodía compara dicha grandeza con la pequeñez de los corazones de los siervos donde el Señor por su misericordia viene a morar. La conclusión de la melodía es que para que Dios viva en un corazón humillado, el hombre debe decidir dejar de pecar.
LETRA
El cielo es el trono de mi Dios, la tierra el estrado de sus pies, y siendo tan humilde mi Señor, mi pequeño corazón su templo es.
Oh, ¡qué gozo, qué maravilla!, por eso yo no quiero más pecar, quiero ser su santo templo: donde el Espíritu de Dios venga a morar
Colosenses 3:16: La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. (RV 1960)